Interesante reporte de Cosecha 2020 en Argentina

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UNA COSECHA DESAFIANTE E INOLVIDABLE
Las puertas de casi todas las bodegas ya están cerradas. No quedan
racimos que cosechar a lo ancho y largo de la Argentina –con la excepción
del sur profundo, en Chubut– y la mitad de todo el vino del año está ya
descubado. Nada está fuera de lugar en esta postal a no ser por un único
dato: la fecha.
Estamos en Mayo y este cuadro suele darse bien entrado el
mes para la Argentina. Es que la temporada 2019-2020 no ha sido normal.
Y si algo la describe brevemente es su carácter desafiante para los
productores de vino. Por dos motivos claros. Uno, ningún técnico entre los
consultados recuerda haber vivido una vendimia así de anticipada,
así de especial. Dos, nadie antes lo ha hecho en el marco de una pandemia como la crisis que supone el COVID-19.
Así, la imagen de las bodegas ya en la calma bucólica de las tareas post
vendimia es un completo alivio. En buena parte de la Argentina, los
equipos técnicos tuvieron que resolver verdaderos puzzles logísticos para
moler en dos meses lo que normalmente procesan en cuatro. La razón para
esta carrera contra el tiempo, que en el marco de la pandemia fue una
suerte, hay que buscarla en los registros climáticos.
Como este mismo reporte da cuenta más adelante, el ciclo 2019-2020 tiene
suficientes rasgos atípicos como para entrar en el hall of fame de las
vendimias memorables. Pero si hay un par de datos por los que conviene
empezar a desmenuzar la serie de factores que la vuelven tan especial son
los del calor y la falta de agua.
En términos generales –después veremos cada terroir en particular– la
vendimia que llega a su fin se caracteriza en el grueso de las regiones
productoras –Mendoza, San Juan y Patagonia Norte– por un verano
caliente y seco que trastocó las variables de madurez.
Para una estación
meteorológica ubicada en Ugarteche, Luján de Cuyo, por ejemplo,
diciembre, enero, febrero y marzo ofrecieron registros con temperaturas máximas promedio superiores a la media.


Pero si el dato podría parecer aislado, resulta todo lo contrario. Con la
excepción del Valle Calchaquí y algunos otros puntos elevados en la
geografía, todos los registros cuentan la misma historia de picos cálidos.

De hecho, se contabilizaron en la zona norte de Mendoza hasta cinco
semanas de olas de calor con temperaturas superiores a 32°C.
A esta situación hay que sumarle dos factores extras. Por un lado, las
heladas en Patagonia, San Juan y Mendoza, que empujaron la producción a la baja. Por otro, que la restricción hídrica a la que se vieron sometidos los viñedos también adelantó la madurez.
Todos esos elementos –calor, caída de rendimientos y falta de agua– anticiparon la vendimia entre 2 y 4 semanas, según los lugares.


El desafío fue cosechar e ingresar las uvas a las bodegas a velocidad récord, al tiempo que adaptar las vinificaciones a uvas cuyo comportamiento estuvo fuera de los manuales: una rara combinación de madurez azucarina rápida y fenólica en sintonía, que conservó una acidez natural soñada, en particular para los tintos cosechados en su punto justo.
En todo caso, una realidad sobrevuela esta vendimia: los equipos técnicos
debieron interpretarla con claridad para no caer presos de preconceptos y
fallar en la lectura de madurez. Con el diario del lunes, como se dice,
quedará muy claro.

MENOS ES MÁS: EL VOLUMEN COSECHADO


Acumulado a la semana 22, con fecha 26 de abril, el último parte
disponible del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) reporta 2.036,8
millones de kilos de uva cosechada y procesada: un monto que,
comparado con el resto de la década, está por debajo del promedio para
la misma semana, que asciende a 2618,7 millones de kilos. La merma, en
consecuencia, trepa al 23%.
Las razones para esta caída hay que buscarlas en tres factores:
El efecto invisible de las heladas
Si aún es prematuro para saber qué región o variedad fue la más afectada,
no lo es para establecer algunas variables que marcaron esta cosecha y que
explican la merma, la razón para que este año haya una
caída en la producción se debió a fenómenos de frío en el invierno y en la
primavera. Principalmente se produjeron en el Valle de Uco y en la
Patagonia norte. Allí hubo eventos de heladas cercanos a la brotación -en
particular en septiembre, con temperaturas de entre -9,1°C en Paraje
Altamira, Valle de Uco, y -11°C en San Patricio del Chañar, que generaron
pérdidas de yemas ya en estado algodón. Pero además el 17 sucedió una
helada bastante generalizada, que afectó Valle de Uco, Primera Zona y el
este de Mendoza, como también Pedernal y el llano en San Juan, y
Patagonia, con registros de -1°C que impactaron en los brotes. En
consecuencia, el rendimiento fue menor. Las heladas –en conjunto y para la
provincia de Mendoza, donde hay datos disponibles– afectaron un total de
9630 hectáreas, de las que 2490 sufrieron daño total.
Pocas tormentas


Los eventos por granizo estuvieron dentro de lo normal para la región.
Sorprendió, en todo caso, la frecuencia y la fecha con la que azotaron el
Valle Calchaquí y Gualtallary, en Tupungato, donde dos y cuatro mangas de
piedra, respectivamente, barrieron buena parte de ambas regiones
cualitativas. En total, y sólo para Mendoza, donde hay datos disponibles, el
granizo barrió 7007 hectáreas al 100% y dejó unas 15.553 con algún tipo de
daño significativo, según consigna la Dirección de Agricultura Contingencia
Climática de la provincia.


Emergencia hídrica
En cuanto a las precipitaciones, el año fue particularmente seco en medio de una emergencia hídrica que azota a buena parte del oeste argentino. No sólo se registraron las nevadas más bajas de los últimos 20 años para Mendoza, cuyos ríos estuvieron en un 50% del caudal histórico (11% menos que la temporada pasada), sino que además las precipitaciones en general fueron escasas, mientras que en Patagonia Norte los valores estuvieron dentro de los estándares. Si tomamos el caso de Mendoza con sus cuatro oasis, las lluvias en general durante el ciclo mermaron un 50% con respecto al promedio (113 mm contra 252). En ese contexto, el agua de riego fue un bien preciado que no siempre llegó puntual y, particularmente en el este de
Mendoza, la escasez se hizo sentir, principalmente en el peso de los racimos.

En el noroeste, sin embargo, se dio una situación especial, ya que las lluvias
para la zona de Cafayate se dispararon durante el ciclo alcanzando la cota
máxima de los registros para la región con 420 mm (el promedio es de 209
mm). Esto no ocurrió en el sur del Valle Calchaquí, en el área de Santa
María, ni en la parte norte, donde los valores fueron normales.


EL VERANO MÁS CALIENTE

Si bien las series estadísticas no están completas, los productores afirman
que esta fue la vendimia más caliente de los últimos 50 años. Y los
promedios medidos parecen darles la razón. Algunos datos que sustentan
esta situación son los siguientes:
Entre 5 y 7 olas de calor, es decir, hasta una semana con temperaturas mayores a 32°C, se registraron desde diciembre hasta marzo en buena parte del territorio vitícola, principalmente de San Juan al sur, particularmente en el llano.
Luján de Cuyo, por citar un ejemplo, registró 55 días con temperaturas
mayores a 32°C, cuando el promedio de la región es de 30 a 31 días.
Para el Valle de Uco, en tanto, marzo fue más caluroso que el de febrero.

Paraje Altamira, por su parte, marca una excepción ya que en 2017 registró temperaturas más altas en promedio para diciembre y enero, aunque 2020 fueron superiores las de febrero y marzo.
En Patagonia Norte, el ciclo 2019-2020 fue más caluroso con un diciembre
y enero particularmente cálidos.
Cafayate y el Valle Calchaquí marcaron la diferencia al haber sido la
excepción: tuvieron temperaturas cuyas lecturas no se salieron de la
realidad habitual del Valle.

Para una discusión futura
Esta vendimia atípica deja algunas preguntas en suspenso acerca de cómo
interpretar la madurez, y la forma en que en un año marcado por el calor las uvas ofrecen frescura. “Eso está fuera del manual”, dice Alejandro Sejanovich, enólogo de Manos Negras.
Para Fernando Buscema, del Catena Wine Institute, “no hay concordancia entre las mediciones de temperatura y la realidad de los vinos; no se alcanz a explicar el fenómeno y en nuestra hipótesis la falta de agua es el factor clave para el adelantamiento y la conservación de la acidez. Ese escenario se ajusta más a la realidad”. Y agrega: “En un año tan seco, los picos térmicos se disparan pero la realidad de la planta no es exactamente así”.
Por su parte, Martín Kaiser, agrónomo de Doña Paula, observa un
fenómeno similar. “Si bien fue un verano caliente, en general no vimos que
se dieran bloqueos. Sí deshidratación, que podría aumentar la relación
entre acidez y polifenoles. Las altas temperaturas de marzo podrían ser un
factor clave en este escenario”.
Otra de las explicaciones la ofrece Marcelo Belmonte, director de viñedos
del grupo Peñaflor. “En nuestro análisis, aunque no está terminado, el
factor más decisivo para lograr el balance que hoy tienen los vinos viene de
una relación hoja-fruto en favor de las hojas. Con las mermas de frutos y el
calor, la mejor capacidad de las plantas para metabolizar compuestos
puede resultar en mayores polifenoles”, dice.
Con todo, esta vendimia ofrece un marco singular de conservación de
acidez, buenos colores y aromas frescos para una año caliente. La razón
real aún está en estudio, aunque los técnicos apuntan a la sequedad del
año como un factor clave.


ARGENTINA DE NORTE A SUR
VALLES DEL NORTE
JUJUY / QUEBRADA DE HUMAHUACA


Ubicada transversalmente al trópico de Capricornio y a entre 2500 y 3300
metros sobre el nivel del mar, la Quebrada de Humahuaca logró escapar de
las heladas tempranas durante la cosecha 2019/2020. “La marcha climática
fue normal, con lluvias dentro del promedio (menores a 200/220mm) y
buena sanidad, de modo que la madurez en la quebrada alcanzó buen nivel
de azúcares, con alcoholes potenciales mayores a 14% pero menores a 15%.
La acidez total costó que llegue a 6 en la mayoría de los varietales y
respecto a los pH, no superaron los 3,6”, detalla Ezequiel Bellone Cecchin,
ingeniero agrónomo de la región.

SALTA / CAFAYATE


La campaña 2019/2020 tuvo un comportamiento curioso en el Valle de
Cafayate, debido a las lluvias que marcaron un hito histórico desde 1985
con 450 mm entre la primavera y el verano, en lugar de concentrarse en
vendimia, como es habitual. Sin embargo, la acumulación de agua tuvo
lugar de Cafayate al norte, donde también ocurrieron tormentas de
granizo entre diciembre y enero, mientras que hacia el sur los registros
fueron hasta 100 mm inferiores.
Estos acontecimientos causaron mermas de entre el 10 y 20%, según los
productores. Sin embargo, para Francisco Tellechea, agrónomo de El
Esteco,
“la sanidad de la región no se vio afectada gracias a los suelos
arenosos, con limo y piedras que ofrecen poca retención. El viento también
colaboró para remover la humedad”.
Asimismo, se observó un retraso de 10 días en el inicio de la brotación,
mientras que los demás ciclos fenológicos fueron similares a los de la
vendimia pasada, sin adelantarse la madurez, debido a las elevadas
temperaturas de febrero y marzo, similares a las de la cosecha 2018-2019.
“El mayor desafío del año fue sin dudas la concentración de la vendimia en la primera quincena de marzo”, aporta Jorge Noguera, enólogo de Bodega Amalaya.
A manera de resumen para la región, estos gráficos dan cuenta de un año
dentro del marco.

SALTA / VALLES DE ALTURA


En la zona norte del Valle Calchaquí o Alto Valle, noroeste de la provincial
de Salta, a diferencia de Cafayate, el inicio de la temporada fue seco. Siguió
un noviembre y un diciembre calurosos. Las primeras lluvias llegaron a
mediados de enero, se concentraron en verano y alcanzaron un régimen de
200/220 mm, que colaboraron para moderar las altas temperaturas y
permitieron una madurez lenta y completa.


En Colomé, por ejemplo, “la cosecha se adelantó unos quince días y para
los primeros días de abril había terminado, cuando históricamente se
extiende hasta principios de mayo. Este adelantamiento fue consecuencia
de un mes de marzo caluroso que demandó acelerar el ritmo de la
vendimia. Los niveles de producción fueron los ideales”, explica Thibaut
Delmotte, Gerente de Enología del Grupo Colomé.


En Pucará y Seclantás, la sequía del inicio de temporada afectó los rindes
entre un 20 y 30%. En Payogasta, un corrimiento por temperatura baja en
floración sumado a un pequeño estrés hídrico por menos precipitaciones,
dieron como resultado un rendimiento menor al esperado.


LA RIOJA


Con viñas ubicadas entre 770 y 1850 metros de altura, La Rioja es la tercera
provincia vitícola en importancia de Argentina. Sus 7809 hectáreas
cultivadas, principalmente en el valle de Famatina, contribuyen con el 3,5%
del total de uva del país.
El invierno 2019 fue bastante benévolo y corto, con temperaturas frías y
heladas que se produjeron en julio y agosto. Durante los primeros días de
septiembre se registraron algunas bajas temperaturas sin alterar la
brotación de las variedades para vinificación, que se dio de manera
adecuada desde mediados a fines de ese mes. Algunos vientos Zonda
pudieron afectar al cuaje, pero no sensiblemente.


El verano 2019-2020 comenzó con buenas temperaturas en diciembre y en
enero; de hecho, desde el 4 de diciembre hasta el 15 de enero todos los días
superaron los 32°C, salvo en dos ocasiones en las que el termómetro solo
llegó a 30. En general las noches fueron frescas, con baja humedad relativa.
Esta buena amplitud térmica favoreció el envero y la madurez de los frutos.
Unas pocas lluvias se registraron a fines de diciembre, produciendo
algunos siniestros de granizo que afectaron viñedos del oeste.


“Por las condiciones climáticas, la cosecha se adelantó unos 10 días pero
fue un año sano con buena relación acidez/pH, mejor que algunos
anteriores. Hubo excelente color para los tintos con buena concentración,
un poco más alcohólicos que años anteriores pero solo dos décimas”,
expresa Matías Prieto, winemaker para Chañarmuyo Estate.

SAN JUAN

San Juan es la segunda provincia vitivinícola en Argentina, con una
superficie total de viñedos de 46.667 hectáreas que aportan el 23% del
volumen cosechado en el país.


SAN JUAN – VALLE DE TULLUM
El Valle de Tulum, donde se encuentra la ciudad de San Juan, es la principal
zona vitícola de la provincia. Aquí, la cosecha 2019/2020 resultó
fuertemente influenciada por las condiciones climáticas y la escasa
disponibilidad de agua.


Por un lado, “las heladas de primavera, principalmente en septiembre, se
dieron previas a la brotación y tuvieron dos consecuencias importantes
sobre la cosecha. Se observó una merma significativa en la producción en
porcentaje variable de acuerdo a las distintas zonas del valle, a la magnitud
de la helada y a las variedades. Se observaron mermas en variedades como
Chardonnay, Viognier, Syrah y Malbec entre otras. Esta menor producción
mejoró la relación entre hojas y fruta en los cultivos, y la menor
disponibilidad de agua de riego en determinados momentos del ciclo
derivó en bayas más chicas, con mejor hollejo/pulpa y mayor
concentración, aspectos que favorecieron la calidad de la uva”, explican los
ingenieros agrónomos de Bodega Callia en su reporte de vendimia.
Las temperaturas máximas fueron mayores a las habituales desde
primavera hasta mediados de marzo. Solo en buena parte de febrero los
valores fueron más adecuados. Esto, sumado a las pocas precipitaciones,
permitió alcanzar un muy buen estado sanitario de los viñedos y
adicionalmente un anticipo de la cosecha.


SAN JUAN – VALLE DE PEDERNAL
Ubicado en la precordillera sanjuanina, el Valle de Pedernal es un terruño que aporta uvas de alta calidad enológica con sus 1300 hectáreas cultivadas entre 1200 y 1500 metros sobre el nivel del mar.
A un invierno frío y prolongado con precipitaciones menores a lo normal,
con solo dos nevadas que no fueron de consideración, siguió una
primavera fría, con heladas los días 2 y 5 de septiembre y 17 de octubre.
Esta última se produjo con las plantas ya brotadas, por lo que causó
mermas considerables. Desde ahí hasta el final del ciclo las temperaturas
aumentaron y se mantuvieron altas.


“Acompañados por un manejo agronómico ajustado a las necesidades de
cada micro terruño, especialmente en lo que a riego se refiere, logramos
que al comenzar el envero el follaje de las plantas estuviera completamente
formado y de manera óptima en lo que a tamaño, calidad y uniformidad se
refiere. La relación hoja/fruta estuvo en niveles óptimos”, explica el
ingeniero agrónomo Gustavo Matocq, de Pyros Wines.


El proceso de la madurez de las uvas –enero, febrero y parte de marzo–,
climáticamente estuvo marcado por muy pocas precipitaciones y temperatura, algo mayores a las medias pero dentro del rango ideal para las plantas.
Las favorables condiciones ambientales, sumadas a las características
óptimas del follaje y al manejo del agua, posibilitaron una madurez
excelente de las uvas. Como resultado, “las uvas presentaron taninos
‘dulces’, para nada agresivos, muy buena acidez, color muy intenso, mucha
fruta y alta concentración”, concluye Matocq.


PANORAMA DE MENDOZA
En la principal provincia vitivinícola de Argentina, con 153 mil hectáreas de
vid, “la vendimia 2020 fue una montaña rusa de emociones. Presentó un
adelanto de más de 20 días, por las altas temperaturas y la escasez de
agua, y obligó a ingresar mucha uva en poco tiempo, mientras en febrero
varias tormentas de verano provocaron aluviones en algunos viñedos. Sin
dejar de mencionar el contexto de pandemia, claro”, resume Pamela
Alfonso, ingeniera agrónoma de Bodega Alta Vista.

Sin embargo, cada región dentro de la provincia vivió condiciones
diferentes.
El Oasis norte
Conformada en torno a la capital provincial, esta región concentra el 60%
de los viñedos de Mendoza y en condiciones normales se trata de una zona
cálida y seca. Lógicamente, en esta cosecha estas condiciones fueron
extremas, sumadas a una menor humedad relativa y escasez de agua.


“El ciclo 2019/2020 fue particularmente corto en esta zona. Afectado por
una helada a inicios de la primavera, se observó el mayor adelanto
fenológico de la provincia y los rendimientos generales de las uvas finas
estuvieron un 15% por debajo de los del año anterior”, detalla Luis Coita
Civit, ingeniero agrónomo de Durigutti Family Winemakers.
La incidencia de granizo y heladas fue sectorizada en el este. Las zona de
Rivadavia al este y Santa Rosa fueron las más afectadas por la intensidad
las tormentas de granizo en primavera. Solo los eventos de principios de
octubre, con temperaturas bajo cero en algunos distritos de la zona este,
afectaron los rendimientos finales.
Primera Zona
La principal causa de mermas en la producción se debió a las heladas y no
al granizo, como ocurrió en algunas zonas del Valle de Uco. La incidencia
de esta contingencia fue muy sectorizada para la Primera Zona, con dos
eventos que afectaron superficies no tan distribuidas con granizo de
tamaño intermedio a mediano.


En Perdriel, Gonzalo Carrasco, de Terrazas de los Andes, destaca que hubo
un evento de helada con “temperaturas que llegaron a -1,5°C el 17 de
octubre y produjo una disminución de la cantidad de racimos que se
tradujo en una baja del rendimiento del 26% respecto del año anterior. El
resto de la temporada se presentó seca, con una incidencia de
precipitaciones en el mes de febrero de 120 mm, aunque no afectó al
estado sanitario general”.


En Las Compuertas, zona más alta y fresca de Luján de Cuyo, el enólogo
Pablo Durigutti destaca que “las temperaturas mínimas del verano
estuvieron generalmente encima de los 12° C, alcanzando hasta 8 días con
temperaturas superiores a 34°C. Sin embargo, los niveles de acidez fueron
moderadamente superiores al año pasado debido a que había buena
concentración arrastrada desde la primavera por el inicio del ciclo con
temperaturas frescas. Febrero, que normalmente es un mes de
temperaturas moderadas, se manifestó muy caluroso por la disminución de
lluvias respecto a los datos históricos para la zona.”


En Agrelo, otro punto importante de la región, el factor clave fueron las
arcillas presentes en el suelo. “En un año caliente como este, se mantuvo el
suelo húmedo y la regulación de la temperatura. Así, la baja producción en
Malbec y Cabernet, sumada a la regulación de las arcillas, nos dio como
resultado un año fantástico”, reflexiona Alejandro Vigil, Chief Wine Maker
de Bodega Catena Zapata, con viñedos muy estratégicos.
En los gráficos que siguen, compartimos un resumen de la situación en
materia de temperaturas para Luján de Cuyo, tanto el promedio como las
máximas y mínimas, siguiendo varias estaciones meteorológicas.

Valle de Uco
Para Los Árboles, Tunuyán, Jorge Cabeza, winemaker de Bodega Salentein,
destaca que “hubo un 8% menos de días con temperaturas superiores a
30°C, pero un 10% más de días con temperaturas superiores a 33°C,
comparando con 2018-2019. Esto quiere decir que fueron menos días pero
más extremos los que se concentraron hacia el final de la temporada,
adelantando la fecha de cosecha y aumentando rápidamente la
concentración de azúcar”.
En cuanto a la zona de San Pablo, a 1400 metros de altitud, Cabeza
menciona: “Tuvimos un evento de heladas en octubre con consecuencias
en el rendimiento y heterogeneidad en brotación, cuaje y madurez. Las
variedades que se vieron afectadas fueron principalmente Sauvignon
Blanc, Merlot y Pinot Noir. El Malbec, por tener un ciclo más tardío, escapó
de este evento”.


En Gualtallary, Tupungato, fue un año especial desde el punto de vista
climático, en particular en el sector noroeste del distrito. A mediados de
octubre, dos heladas no muy intensas (entre -0,5 y -1°C), pero sí muy
largas, de entre 48 y 72 horas, incidieron en el posterior corrimiento de
variedades sensibles, fundamentalmente en Malbec. Si bien es una zona
considerada libre de granizo, se registraron dos tormentas de magnitud el
21 de noviembre y el 3 de diciembre que afectaron los niveles de producción. Las mermas representaron del 40 hasta el 60%. “Al ser tormentas tempranas, hubo viñas que se recuperaron y llegaron a la cosecha con buena canopia, buena cantidad de hojas en sus brotes, pero con una menor carga, lo que generó uvas de mucha concentración”, explica Edgardo del Pópolo, de Susana Balbo Wines.


Para Laura Principiano, gerente de Enología de Zuccardi Valle de Uco, esta
fue una “vendimia de viticultores”. Con apenas 80/90 mm de precipitaciones recibidos a principios de febrero, en la zona Sur del Valle de Uco (Paraje Altamira, La Consulta, Pampa El Cepillo) la temporada resultó cálida y seca, con rendimientos limitados y una madurez de las uvas que
transcurrió rápidamente, alcanzando los niveles de azúcar necesarios entre
8 y 15 días antes de las fechas normales. “Aquellos viñedos que lograron
llegar a inicios de marzo con buenas canopias y en buen estado hídrico
–dice– son los que pudieron madurar sus racimos sin caer en los
desequilibrios por sobremadurez”.


En la misma región, el enólogo Philipe Rollet, de Bodegas Caro, explica: “La
ventana de cosecha se achicó mucho. La madurez del Cabernet coincidió
con los Malbec. Pero el misterio es que se conservó la acidez elevada.
Tuvimos un Cabernet con pH de 3,35 y un Malbec con pH3,30. Soñado”.
En los cuadros que siguen se ofrecen los promedios de máximas, mínimas
y el valor promedio para cada mes del ciclo vegetativo, tomado en distintas
estaciones meteorológicas del valle.
San Rafael
En el Oasis Sur las características de la vendimia 2019/2020 fueron
similares al resto de la provincia: año seco, brotación anticipada y larga,
temperaturas altas, escasez de agua y una madurez precoz que
desencadenó una vendimia desafiante con una merma considerable.


“Los mostos y vinos recién descubados muestran excelentes atributos de
color, estructura, aromas (algo disminuidos en los blancos), alcoholes altos.
Estos atributos permiten proyectar vinos 2020 de alta calidad, profundos,
redondos”, aporta Pablo Minatelli, jefe de viñedos de Bodegas Bianchi.
Los cuadros que siguen ilustran las temperaturas promedio máximas y
mínimas, además del promedio de ambas, por cada mes del ciclo vegetativo.


PATAGONIA & COSTA ATLÁNTICA
NEUQUÉN / SAN PATRICIO DEL CHAÑAR


La provincia de Neuquén cuenta con 1762 hectáreas de viñedos, ubicados
al norte de la Patagonia. Aquí el año seco marcó un punto crítico con las
heladas de septiembre. La menor temperatura registrada fue de -11°C y
luego un octubre en torno a los 0°C, lo que provocó un 20% de merma en
la zona, sobre todo en Pinot Noir y Cabernet Sauvignon.
En cuanto a la marcha climática, “diciembre 2019, y enero y febrero 2020
fueron meses cálidos y esto adelantó la madurez entre 12 y 15 días,
centralizando en un período más corto la evolución de diferentes
varietales”, remarca Leonardo Puppato, Gerente de Producción y Enología
de Bodega Familia Schroeder.


En la misma línea, Ricardo Galante, de Bodega del Fin del Mundo, asegura que para el 26 de marzo habían terminado la vendimia. “Fue un año espectacular en términos de calidad, aunque atípico por los parámetros de acidez que obtuvimos cosechando temprano”, afirma. Buena aromática varietal, acidez elevada y largo final de boca sería lo esperable para la región en materia de tintos.


Con 1618 hectáreas de viñedos distribuidos en un sistema de valles
ubicados sobre la cuenca de los ríos Colorado y Negro, la provincia de Río
Negro representa el 0,75% de la vitivinicultura argentina. El epicentro es el
Alto Valle de Río Negro aunque se extiende hasta San Javier, a pocos
kilómetros del Océano Atlántico.


“La combinación de calor y sequedad nos alertó de una posible escalada
de azúcares en bayas. Los muestreos tempranos arrojaron elevados niveles
de concentración de azúcares, y por lo tanto la decisión técnica fue
mantener la intensidad de los riegos con la mayor frecuencia posible”,
explica el Ingeniero Agrónomo Juan Martín Vidiri, Director de producción
de Establecimiento Humberto Canale, ubicado en Alto Valle de Río Negro.
Durante febrero hubo “buena amplitud térmica aunque las máximas se
mantuvieron próximas a los 30°C hasta marzo. La cosecha se inició y
finalizó antes que lo habitual”, destaca Hans Vinding Diers, propietario y
winemaker de Bodega Noemia, ubicada en Mainqué, Río Negro. Sostiene
además que “2020 se ve prometedor, con más austeridad y menos fruta
que 2019 pero con mayor frescura y sanidad”.


Finalmente, en San Javier, el calor fue compensado “con noches frescas
debido a los vientos del océano. Esto resultó en vinos de buena acidez y
estructura”, concluye Fabián Valenzuela, enólogo de Bodega Wapisa.


CHUBUT / TREVELIN & CAPITÁN SARMIENTO
La provincia de Chubut es el límite más austral de la vitivinicultura y cuenta con 75 hectáreas de las cuales tres cuartos del total están plantadas en Capitán Sarmiento, una región árida de estepas en la zona central.


“La acumulación de grados da cuenta de un adelanto teórico de
aproximadamente 40 días. El período cálido comenzó el 28 de febrero y se
sostuvo hasta el final de la vendimia, con la particularidad de tener 15
episodios de heladas, contra 6 del año previo. Este factor contuvo el
adelanto de la fecha de cosecha”, detalla Juan Pablo Murgia, enólogo de
Bodega Otronia.

Las 25 hectáreas restantes se distribuyen en la zona oeste de la provincia,
en la Cordillera de los Andes, donde las alturas de los viñedos alcanzan los
650 metros sobre el nivel del mar y las lluvias acumulan unos 950 mm
durante el período vegetativo.


En Trevelin, “junto a las altas temperaturas, el aspecto diferencial de esta
vendimia es que desde diciembre de 2019 hasta el 28 de marzo de 2020 no
se registró ninguna helada. Recién en los últimos días de marzo y
comienzos de abril comenzaron las lluvias típicas con al menos 10 días de
heladas, que llegaron hasta los -2,7°C”, explica Marcelo Yagüe, productor y
propietario de Casa Yagüe.


BUENOS AIRES / CHAPADMALAL
Ubicada a 8 kilómetros del mar, para esta pequeña región en expansión la
temporada 2019-2020 fue levemente más cálida y bien seca respecto al
promedio, con un mes de marzo más cálido que los últimos 59. Para
Ezequiel Ortego, enólogo de Costa & Pampa, “la calidad de la cosecha
2020 es excepcional, y logramos vinos más aromáticos que en años
anteriores, buenos valores de acidez natural y una producción balanceada
en las vides”.


LOS BARRILES Y LA PRIMAVERA
Ahora algunos tintos están en la bodega terminando de fermentar,
mientras que otros ya bajaron a la sala de barricas para comenzar el
proceso de crianza. En materia de blancos, salvo los que ya hacen sus
malolácticas en barrica, el resto está casi terminado.
Como sucede siempre, hasta que las botellas no están envasadas, todo lo
que se pueda decir de los vinos 2020 es precario o prematuro. Sin
embargo, algunas intuiciones y datos preliminares aportados por
agrónomos y enólogos permiten envalentonarse: como sucedió con la
extremadamente fría cosecha 2016, en su opuesto, la 2020, los resultados
dependen más que nunca de cómo viticultores y enólogos leyeron la
añada. Aquellos que tomaron decisiones acertadas, a la hora de descorchar
sus botellas tendrán grandes anécdotas para recordar de esta vendimia
apretada, seca y calurosa, bajo la sombra amenazante y creciente del
COVID-19. Hablarán de una cosecha desafiante y memorable, y brindarán
por cómo la resolvieron.
Deseamos que así sea para la mayoría de los actores de esta industria

EL PRESENTE REPORTE DE COSECHA 2020 FUE DESARROLLADO POR VINÓMANOS, CON LOS APORTES Y COLABORACIÓN DE:
Cecilia Acosta, Pamela Alfonso, Ezequiel Bellone Cecchin, Marcelo
Belmonte, Fernando Buscema, Jorge Cabeza, Gonzalo Carrasco, Matías
Ciciani, Luis Coita Civit, Pablo Cuneo, Raúl Dávalos, Thibaut Delmotte,
Edgardo del Pópolo, Rafael Domingo, Pablo Durigutti, Ricardo Galante,
Rodolfo Griguol, Martín Kaiser, Ignacio López, Francoise Lurton, Gustavo
Matocq, Santiago Mayorga, Fernando Miniatelli, Juan Pablo Murgia, Lucas
Niven, Jorge Noguera, Ezequiel Ortego, Leonardo Puppato, Francisco
Tellechea, Matías Prieto, Laura Principiano, Pablo Richardi, Philipe Rolet,
Fabián Valenzuela, Juan Martín Vidiri, Alejandro Vigil, Hans Vinding-Diers,
Marcelo Yagüe, Sebastián Zuccardi, Martín Cavagnaro, Coordinador Red de
Estaciones Agrometeorológicas Dirección de Contingencias Climáticas
Subsecretaría de Agricultura y Ganadería Gobierno de Mendoza y al
Instituto Nacional de Vitivinicultura.
A todos ellos muchas gracias !

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